TOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN.

La frustración es un sentimiento emocional que surge de la oposición entre el deseo y la realidad. Aparece ante la imposibilidad de cumplir la voluntad individual.

A lo largo de la vida de una persona existen multitud de situaciones frustrantes que pueden generar ira o enojo. Sin embargo, la forma de hacer frente a estas situaciones frustrantes es una cuestión de actitud ante las mismas, que se aprende desde la infancia.

La familia es un agente de socialización infantil importante, es decir, es en ésta donde los niños aprenden a comportarse socialmente, a partir del comportamiento con uno mismo y con los demás miembros del núcleo familiar. La génesis de una conducta agresiva puede situarse en una baja tolerancia a la frustración. Desde esta perspectiva, se entiende que la clave no está en evitar la frustración a los niños, si no en enseñarle a manejarla y superarla. En ocasiones, el poco tiempo del que disponemos los adultos para estar con los niños, hace que se pierda esta perspectiva tan importante para el desarrollo de un adulto sano.

Cuando los niños son muy pequeños se caracterizan por un total egocentrismo. No tienen la percepción del “otro” como ser diferente a uno mismo con necesidades distintas al mismo tiempo. Es por este motivo, que cualquier límite o norma que se les imponga lo viven como algo terriblemente injusto. Serán estas las primeras experiencias de frustración a las que se enfrente, pero no serán las últimas por mucho que el adulto se empeñe en protegerle.

En ocasiones, en un intento de evitar cualquier tipo de sufrimiento en los niños, les hacemos creer que ciertas emociones de malestar no deben ser parte de nuestra vida. Les transmitimos inconscientemente, que para ser feliz la vida debe ser cómoda y placentera en todo momento. Tolerar la frustración significa poder hacer frente a diferentes problemas a lo largo de la vida, a pesar del sufrimiento que provocan. Una baja tolerancia a la frustración, provocará que ante cualquier dificultad, el niño se desmotive e intente abandonar sus metas.

Las repercusiones que esta actitud puede tener en todos los aprendizajes del niño son enormes. Todos los aprendizajes, suponen la presentación de diferentes metas que no siempre van a resultar fáciles de alcanzar. El miedo al fracaso, y la baja tolerancia a la frustración puede llevarnos a abandonar ciertos proyectos que hubiéramos podido alcanzar con paciencia y tolerancia.

Sin embargo, no es esta la única repercusión que puede tener una baja tolerancia a la frustración. Las repercusiones mas evidentes se manifiestan en el comportamiento de los niños, mostrando una conducta con tendencia a la agresividad. La frustración es un elemento que forma parte del desarrollo humano saludable. Por ello, ciertas dosis de frustración adaptado a lo que el niño pueda tolerar según su edad, no solo no es perjudicial, sino que favorecerá una mejor adaptación en los diferentes ámbitos de su vida: emocional, social, aprendizaje cognitivo...

Para enseñar a los niños a manejar estas situaciones, es necesario ofrecerles ciertas dosis de frustración que poco a poco vayan aprendiendo a tolerar. Es importante que como adultos entendamos, que la frustración, lejos de ser un sufrimiento tremendo, es positiva para el desarrollo emocional del niño. Aprender a decirles “no”, poner límites, dosificar los premios, permitirles que resuelvan sus problemas aunque se equivoquen... son pequeñas dosis de frustración que pueden ir tolerando, y que les enseñará a renunciar a los deseos en determinadas ocasiones.






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