OCIO Y TIEMPO LIBRE



 La primera cuestión que deberíamos aclarar es el significado que cada uno de nosotros otorga a este término. De hecho, si entendemos “el ocio” como ausencia total de actividad, la interpretación que hagamos de nuestra realidad, y por consiguiente de la de nuestros hijos, será muy distinta que en el caso de que entendamos dicho concepto como, tiempo libre sin actividad laboral, que se dedica a realizar otro tipo de actividades.


La clave está por tanto, en entender, que el tiempo de ocio, no consiste en una ausencia total de cualquier actividad y en el descanso absoluto, sino que precisamente se trata de un espacio de tiempo que podemos dedicar a actividades placenteras.

En este sentido, entiendo, que se hace indispensable una educación en la planificación del tiempo de ocio en nuestros niños. El disfrute del espacio de tiempo dedicado al ocio, de los futuros adultos, favorece la prevención del consumo de drogas, el desarrollo personal, así como la integración social. Las experiencias de ocio, y por tanto el disfrute realizando actividades que nos producen bienestar, mejora la autoestima personal, reduce los niveles de ansiedad, y por tanto contribuyen a mejorar la calidad de vida.

Los padres, se convierten en modelos, que influirán en las experiencias de ocio que tengan sus hijos. De hecho, existen estudios que demuestran que las prácticas de ocio familiar fomentan la comunicación entre padres y adolescentes. La educación en la búsqueda de hobbies, y de actividades placenteras para el niño, en las que su experiencia sea positiva, fomentará la ilusión, el esfuerzo, y la autoestima personal. El niño que aprende a emplear de una manera efectiva su tiempo de ocio, con la ayuda de sus padres, será con mayor probabilidad un adolescente que disfrute de las actividades que realiza en su tiempo libre, y por tanto habrá menos probabilidad de que sea seducido por el consumo de sustancias como búsqueda constante de evasión de la realidad.

El sedentarismo al que asistimos en los últimos tiempos, producido en parte por el avance de las nuevas tecnologías, afecta tanto a niños como a adultos. ¿Cuántos adultos no pasan al día como mínimo dos horas delante del ordenador, la televisión, el teléfono móvil con conexión a internet...? Quizá una reflexión personal, nos permita entender mejor, el por qué nuestros niños y adolescentes, sienten la necesidad de pasar más tiempo conectados a la tecnología. Ésta, forma parte de su vida, han nacido con ella, son nuestros nativos digitales.

Sin embargo, del mismo modo que en parte los adultos somos responsables de este modo de vida de los jóvenes, también lo somos, de fomentar otros hábitos desde que son pequeños. Ocio no es lo mismo que ociosidad. Necesitamos planificar nuestro tiempo libre para que realmente este resulte placentero.

Quizá debamos enseñar a nuestros hijos desde que son pequeños, con el fin de que se conviertan en adultos que sepan disfrutar de su tiempo libre. Podemos entender dicho objetivo como parte fundamental de la salud mental de cualquier persona, y por tanto una dedicación a la educación en este sentido, se hace indispensable desde la infancia. Quizá el verano es un buen momento para empezar,

¿Os animáis?

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