LA VUELTA AL COLEGIO Y RECUPERACIÓN DE HÁBITOS
Septiembre, el temido y
odiado septiembre de los estudiantes ha llegado. Resulta
relativamente fácil imaginar, la dificultad que esta época del año
supone para nuestros peques y adolescentes, cuando uno piensa en el
“terrible” momento de regresar al trabajo tras unos días
de vacaciones. Si a este sentimiento, le añadimos el hecho de que
los días de vacaciones, son casi tres meses, la vuelta se convierte
en un camino mucho más arduo.
Las vacaciones suponen un
tiempo de ruptura con las obligaciones rutinarias; un espacio
dedicado al descanso y a la elaboración de planes más ociosos, que
durante el resto del año no podemos llevar a cabo por diferentes
motivos. Si bien es cierto, que este paréntesis resulta muy
beneficioso para restablecer y mantener un equilibrio mental y
corporal, la vuelta a la rutina diaria, con unos horarios más
rígidos, y cargada de responsabilidades y obligaciones, puede
requerir una nueva adaptación, que en ocasiones resulta complicada.
En el caso que nos ocupa,
nuestros niños y adolescentes, dicho periodo de adaptación
en el que deben recuperar ciertos hábitos, que han quedado bastante
relajados durante las vacaciones, es fundamental para un buen
transcurso del curso escolar.
Los hábitos
fundamentales, se podrían resumir, en cuatro grupos:
- Hábitos alimenticios.
- Hábitos de sueño.
- Hábitos de horarios.
- Hábitos de estudio.
En cuanto a los primeros,
es importante que adquieran una rutina en cuanto a las comidas. Uno
de los aspectos que a muchos estudiantes les queda pendiente, es el
hábito del desayuno. Es fundamental desayunar por la mañana
para poder rendir durante las primeras horas. Varios estudios ponen
de manifiesto que la alimentación que gran parte de niños y
adolescentes llevan a cabo por las mañanas, contiene un aporte
calórico inferior a lo recomendado. El salto de dicha comida, supone
un desequilibrio en sus hábitos alimentarios. Por este motivo, éste
puede convertirse en nuestro primer reto para inculcar durante este
curso.
Si atendemos ahora a los
hábitos del sueño, debemos reflexionar primero sobre la
función del mismo. Durante el sueño, se dan una serie de procesos
neuronales, que contribuyen a modular el metabolismo y la secreción
hormonal (hormona del crecimiento). Además, posee una función
importante en la consolidación de la memoria y de otras funciones
cognitivas esenciales para el aprendizaje. Por lo general un niño
debe dormir unas diez horas, que variarán en función de la edad.
Sin embargo el tiempo dedicado al sueño, no debería ser inferior a
8 horas en el caso de adolescentes. Se hace necesario en este punto,
el control de la “generación multipantalla” (móviles,
ordenadores, consolas, televisión...). Establecer unas normas claras
en cuanto al uso de estos aparatos, puede resultar muy beneficioso.
Por lo general, los niños
deben comenzar el curso, adaptándose a nuevos horarios, y
nuevas actividades. Es recomendable, comenzar de forma escalada con
las actividades extraescolares, ofreciendo un par de semanas para que
el niño o adolescente se adapte a los nuevos horarios del colegio,
para ir incorporando paulatinamente otros horarios extraescolares.
Por último, y quizá, el
caballo de batalla de muchas familias, es recuperar el hábito de
estudio. En ocasiones habrá que recuperarlo, y en otros casos se
deberá instaurar puesto que no existe tal hábito. Es importante
trabajar en la organización del tiempo dedicado al estudio desde el
principio de curso. Resulta útil realizar un horario de estudio,
teniendo en cuenta las actividades extraescolares de cada día, y
dedicando un momento semanalmente a planificar las tareas a realizar
durante la semana. En determinados niveles académicos, una vez
terminadas las tareas y deberes, deberán dedicar un tiempo a la
asimilación de contenidos, repaso y memorización.
Por último comentar, que
resulta recomendable buscar ayuda cuando se necesite, desde el
principio de curso, sin necesidad de esperar a las primeras notas,
cuando uno siente la intuición de que el niño o el adolescente va a
necesitarla. En ocasiones, la ayuda académica que necesitan algunos
estudiantes fuera del colegio, supone un desgaste emocional
para la familia, que repercute negativamente en las relaciones entre
sus miembros. Para evitar esto, y siempre que sea posible, se
recomienda buscar ayuda extra y delegar parte de esa función en otra
persona cualificada para ello.
Comentarios
Publicar un comentario