El precio de borrar las “imperfecciones”



Hace un tiempo, cambié de dentista. En la primera consulta, a la que iba con la intención de hacerme una revisión y la limpieza oportuna, este me sorprendió  con una pregunta: 


“¿Me dejas hacerte una prueba?”

“¿Te has planteado juntarte los dientes?”


Quien me conoce, sabe, que mis paletas separadas son una de las características que me definen físicamente desde siempre. Lo cierto es, que así como he de asumir que he tenido otro tipo de complejos a lo largo de mi vida, éste no ha sido uno de ellos.


Pues bien, ante lo inesperado de aquella pregunta, 

y ante el hecho de que una prueba, es simplemente eso…

una prueba… 


en cuestión de 10 minutos, el dentista había hecho una simulación con una especie de pasta, de cómo sería mi sonrisa con los dientes juntos. Y no sólo eso, sino que me hizo varias fotos, que adjuntó al presupuesto que me entregaría a la salida de la consulta.


He de confesar, que aquel presupuesto quedó en un cajón, pero me fui a casa con una posibilidad que ni siquiera me había planteado y siendo muy consciente de que ese pensamiento que sin llamarlo amanecía en mi mente tras de unos cuantos años conviviendo con mis dientes, no lo había creado por mí misma, sino que había sido impuesto desde fuera.


De esto, hace ya unos años… Sin embargo, ayer regresó a mi mente al hilo de la siguiente situación:


En uno de los grupos de chicos y chicas con los que trabajo, uno de ellos explicó que quizá le ponían braquets. Especificó que el dentista le había dicho que no le hacían demasiada falta, pero que podría con ellos tener una dentadura perfecta.


Este comentario giró por completo el curso de la sesión.


¿Quién decide cuál es la perfección? 

¿Es necesaria la perfección?

¿Dónde nos lleva el concepto y la sensación de que podemos convertir en “perfecto” todo lo que nos hace sentir “imperfectos”?


Es curioso, porque en mi caso, las pequeñas “imperfecciones” siempre me han llamado la atención en positivo. Soy consciente de que muchos de esos rasgos que hacen únicas a las personas, hacen que sean mucho más atractivas a mis ojos. ¿Soy la única que tiene esta sensación?


En un momento, en el que nos esforzamos por parecer únicos,

removemos nuestro día a día con la necesidad de buscar sensaciones,

sentir la intensidad de ciertas emociones…

nos dejamos arrastrar por esa necesidad de esconder nuestras imperfecciones.


En un momento, en el que pensamos que cada “fallo” 

puede ser borrado

en el que todo lo que no encaja en el molde

es catalogado como raro

en el que la mejor de las dentaduras

hace que no se distinga la sonrisa de quien está a su lado…

llámame rara, 

pero me quedo con eso que me acompaña y me recuerda 

que lo “perfecto” y lo “imperfecto”

cambia según el color del cristal a través del cual se mira.



Comentarios

  1. Coincido totalmente con lo que planteas. Querámonos un poco más y disfrutemos de lo que somos, en lugar de anhelar una perfección que problablemente tampocon llegaría a satisfacernos.

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