Maternidad y sentimiento de culpa

En la práctica diaria de mi profesión me he encontrado en multitud de ocasiones con el sentimiento de culpa que asoma en muchos de los padres a los que acompaño. Durante mi última etapa profesional, ha coincidido, que en el servicio de asesoramiento a padres, me he encontrado con muchas mujeres entre las que yo misma me incluyo, con unas creencias muy arraigadas en cuanto a lo que la crianza de sus hijos les exige.

De hecho, es muy frecuente que el sentido de la responsabilidad inherente al hecho de ser madre, traspase la delgada línea roja que se difumina en el sentimiento de culpa. Y es cierto que del sentido de la responsabilidad al sentimiento de culpa, tan sólo hay un paso.

Desde mi propia experiencia,  puedo afirmar, que cuando se pierde la perspectiva del importante compromiso que una tiene con su propio cuidado, puede sumergirse en un estado emocional que impide ver con claridad su verdadero papel en la crianza de sus hijos sin dejar sus responsabilidades consigo misma de lado.

 

La incorporación de la mujer al mercado laboral, quizá haya tenido su impacto en el inconsciente colectivo aún pendiente de revisar. La dificultad en la conciliación de una carrera laboral con el cuidado de los hijos, ha generado en muchas de nosotras esa sensación de no alcanzar el nivel, en ninguno de los dos ámbitos. Probablemente sea necesario poner a prueba esas creencias que venimos heredando, acerca de la necesidad de demostrar que "somos perfectas". En este sentido, hay varias cuestiones que deben quedar claras:

"No vas a realizar tu papel como madre de manera perfecta"

"No vas a tener hijos perfectos"

"No vas a tener una vida perfecta"


Y de hecho, está bien así.

Cuando me veo inmersa en esa espiral, en la que el hecho de no alcanzar esas expectativas, me llena de un sentimiento de angustia, sé que debo parar y revisar mis creencias. Lo cierto es que están tan fuertemente grabadas, que el ser consciente de ellas, no es suficiente para poder desenterrarlas. Y sí, ser madre es un papel con mucho peso en mi vida, pero ser consciente de que también tengo otros papeles, que necesitan alimentarse, me ayuda a aceptar la imperfección necesaria como parte del camino. Lo primero que les digo a las madres a las que acompaño es que recuerden dos claves importantes:



1. Partiendo de la base de que todas tenemos como prioridad lo mejor para nuestros hijos, nada les puede ayudar más que tener una madre sana y feliz. El famoso cuidarse para poder cuidar, ha dejado de tener la importancia que requiere en la realidad de muchas mujeres. Las altas expectativas generadas por una sociedad, anclada en unas creencias pendientes de revisar, no nos permiten ver la obviedad de que nuestros hijos no necesitan madres perfectas, de hecho tampoco ellos van a ser hijos perfectos.

 
 
2. La mentalidad de que "una madre es una madre", nos lleva a pensar que "la madre es el todo en la vida de nuestros hijos", cuando lo cierto es que no hay crianza más enriquecedora que aquella que es compartida.





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