La toma de decisiones



La toma de decisiones es un mecanismo mediante el cual elegimos una opción entre varias posibles dentro un proceso de resolución de un conflicto.

El aprendizaje de dicho mecanismo es fundamental de cara a toda la vida de un adulto. ¿Cuántos adultos conocemos que tienen dificultades a la hora de tomar decisiones en su vida?

Cuando nos enfrentamos a un problema, lo podemos hacer de una forma positiva o de una forma negativa. Si lo hacemos de forma positiva, interpretaremos el conflicto como un reto, y nuestra vivencia del mismo será más optimista. De lo contrario, si la forma de afrontarlo es negativa, interpretaremos los conflictos siempre como amenazas.

La forma de afrontar un conflicto que muestra un adulto, es producto de todo un aprendizaje basado fundamentalmente en las experiencias que ha tenido a lo largo de su vida. Por tanto, las experiencias que tenemos desde niños en este “entrenamiento en resolución de conflictos”, determinarán cómo afrontemos los procesos de toma de decisiones en nuestra vida adulta.

Un modelo apropiado de toma de decisiones, sería el que incluye los siguientes pasos:
  1. Definición del problema.
  2. Identificar las conductas alternativas posibles.
  3. Anticipar las consecuencias posibles a cada conducta.
  4. Valorar las diferentes consecuencias
  5. Elegir la conducta que se va a llevar a cabo.
  6. Evaluar los resultados obtenidos.
Podríamos decir, que este modelo pretende incidir en una toma de decisiones meditada. El aprendizaje de este modelo, debe comenzar en la infancia. Obviamente, es importante adaptarlo a cada franja de edad. Si no se va trabajando desde la infancia, difícilmente podemos esperar que aparezca en la adolescencia, etapa en la que aumentan considerablemente las situaciones en las que uno debe aplicar este aprendizaje.

Como todo aprendizaje, debe tratarse de un proceso mediante el cual se adquieren ciertas habilidades como resultado de la experiencia. Debemos intentar que las experiencias que sirven de aprendizaje para los niños, vayan encaminadas a un correcto manejo del conflicto.

¿Cómo podemos adaptar este modelo a un niño?

Lo podemos resumir en cuatro preguntas, que podemos acompañar de algún dibujo ilustrativo, que facilite la comprensión al niño:

  1. ¿Qué tengo que hacer?
  2. ¿De cuántas maneras puedo hacerlo?
  3. ¿Cuál es la mejor?
  4. ¿Qué tal lo he hecho?






Es importante que el adulto acompañe al niño en este proceso. Acompañar significa guiar, y no resolver el conflicto. No debemos caer en la tentación de resolver todas sus dificultades. Se trata de enseñarle estrategias para que lo haga por sí mismo.

Agradezco a Lucia su colaboración con el dibujo. ¡Felicidades Lucia!


Comentarios

Entradas populares