Jugando a identificar mis emociones. El concepto de felicidad.

Las emociones... 

nos superan...

nos desbordan... 

nos incomodan...

y en muchos casos nos asustan. 

Inmersos en una sociedad que intenta anestesiarlas, cuyos hábitos de vida fomentan el arrinconarlas, con el único objetivo de de "evitar el sufrimiento"... cada vez se hace más evidente que ignorarlas y mirar hacia otro lado, únicamente contribuye a aumentar el número de personas que padecen algún tipo de malestar.

Y... ¿Os cuento un secreto?

La vida no va de evitar el sufrimiento, sino de aprender a afrontarlo, entendiendo precisamente, que el sufrimiento es parte de la vida. Aceptar que existen emociones agradables y desagradables es una necesidad. Pero entonces... ¿Dónde está la felicidad? 

Quizá deberíamos comenzar por matizar el concepto de felicidad. Si la felicidad consiste en transitar únicamente por emociones agradables... claramente es una utopía, y cualquier intento por conseguirlo acabará en una fuente inagotable de frustración. Cada día me encuentro en consulta, con adolescentes, cuyo malestar parte de un concepto "mal entendido" de lo que supone ser feliz.

Desde mi experiencia, la felicidad reside en la capacidad del ser humano de gestionar sus emociones, ante los giros inesperados con los que inevitablemente la vida nos va a sorprender. Algunos agradables y otros serán giros que se conviertan en reveses.

Aceptar la tristeza, la impotencia, la incertidumbre... como parte de nuestra existencia es una pieza clave en este puzzle. Sabiendo así mismo, que nada es permanente, que todo fluye, y que también esas emociones tan desagradables, una vez las hemos transitado, desaparecen.

Por tanto, os dejo aquí, una de las primeras tareas pendientes que debemos trabajar con nuestros niños y adolescentes. Debemos ser capaces de identificar lo que estamos sintiendo, de ponerle nombre y detectarlo en el cuerpo, como primer paso en ese camino de aceptación de la emoción indispensable para poder gestionarla después.